Las transferencias discrecionales que el Gobierno nacional envía a las provincias registraron en noviembre su nivel más bajo en dos décadas. Los giros no automáticos sumaron $155.849 millones, cifra que marca una caída real del 32,3% interanual y el noviembre más bajo desde 2005.
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El ministro de Economía, Luis “Toto” Caputo, profundiza así la estrategia fiscal anunciada desde el inicio de la gestión: terminar con el uso político de los recursos nacionales y ordenar un sistema que durante años funcionó como mecanismo de presión o recompensa. El recorte sobre estos envíos forma parte del compromiso del Presidente con la eliminación de prácticas discrecionales que distorsionaron la relación entre Nación y provincias.
Un dato destacado fue la fuerte reducción en los giros a la Ciudad de Buenos Aires, que cayeron un 64% real interanual. CABA recibe estos fondos por una cautelar de la Corte Suprema, a la espera de la sentencia definitiva sobre el recorte aplicado en 2020. En noviembre, esos envíos totalizaron $48.627 millones.
La composición interna de los giros muestra el carácter excepcional del mes:
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$40.000 millones para cumplir la cautelar de la Corte,
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$22.212 millones para la Jornada Extendida,
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$18.266 millones para estímulo a la producción de gas,
mientras que el resto se distribuyó entre cajas previsionales, hospitales y programas específicos.
Además, por primera vez tras las elecciones, no se otorgaron Aportes del Tesoro Nacional (ATN), la herramienta más discrecional del sistema. A partir de 2026, una ley respaldada por gobernadores y sectores opositores reducirá los ATN a su mínima expresión, al establecer su distribución automática.
El Gobierno afirma que se materializa así un cambio estructural: un esquema donde las provincias deben ordenar sus cuentas sin esperar salvatajes discrecionales y donde la política fiscal se rige por reglas claras y previsibles. La vieja estructura de premios, castigos y cuasimonedas que alimentó el desequilibrio durante años comienza a desarmarse, mientras la administración nacional avanza hacia un objetivo considerado innegociable: la estabilidad macroeconómica como base del crecimiento.